Bueno supongo que a todos nos pasa alguna vez, que la vida nos supera un
poco y no podemos, o no queremos aguantar más ciertas cosas. Esos días en los
que te apetece pulsar un botón de escape de la vida, por lo menos una semana y
luego volver cuando todo se haya calmado. Los días en los que luchas para no
estallar en lágrimas y lo único que quieres es caerte en la cama y no
levantarte más.
Soy una ingenua si pienso que soy la única que tiene esos días, pues ninguna
vida es perfecta y todos tenemos situaciones estresantes que nos hacen querer
ser invisible.
¿Y si me vuelvo invisible? ¿Y si desaparezco una semana sin dejar rastro?
Supongo que tampoco soy la única que alguna vez a deseado esto, salir por la
puerta echar a correr y dejarlo todo atrás, aunque sean solo unos días pero
dejar esa rutina asfixiante, ese continuo tira y afloja banal y deprimente que
invade nuestras vidas unas veces más que otras.
Pero lo triste es que la vida no es así, no se puede volver una inviable fácilmente,
y aunque si se puede técnicamente desaparecer, tampoco es viable, porque habría
que volver, así que solo queda coger una cuchara y comenzar a tragar mierda
hasta que se pase la tormenta y vuelva la clama.
Y te hartas, yo también me harto de tragar mierda, de no poder decir lo que
pienso, de no poder chillar y poner a cada uno en su lugar y de no poder huir
lejos donde nadie me agobie con problemas y situaciones que no puedo controlar
ni solucionar.
Pero así es el ser humano un ser sociable por naturaleza, y aunque esto nos
lleva a buenos momentos también nos provocan conflictos y situaciones que nos
hacen querer dejarlo todo atrás, pero una vez que has entrado, no es tan fácil
salir, y solo queda tragar.
Quiero ser invisible, pero por desgracia solo me queda intentar ser lo menos
visible...