lunes, 15 de octubre de 2018

Nuevos comienzos

Comienza el año (escolar pero la vida hace mucho que la mido así, como para cambiar ahora), bueno hace un mes que comenzó, pero ahora empiezo a adaptarme.
Comienzas a encajar los horarios, las nuevas rutinas, aparecen nuevos proyectos, nuevas personas, y comienzas a echar de menos a otras. Quizás sea que el nuevo año siempre trae cosas nuevas, o que de un año para otro se nos olvidan las mayorías, pero me levanta una ilusión que pocas cosas lo hacen, la rutina me parece algo tan maravilloso, llegar agotada a casa, una de las mejores sensaciones de mi día. Lo echaba tanto de menos, llenar el tiempo hasta el limite del agobio y tener que hacer planes semanas antes para que todo encaje, será que soy una directiva empresarial frustrada, pero madrugar, el ritmo frenético y las citas programadas me parecen algo tan satisfactorio, no tener tiempo ni para estar triste, quizás es eso lo que me gusta...
Antes no tenia sentido levantarse, apenas podía poner dos cosas en la agenda y ahora ver los días llenos, me hacía tanta falta, me veo tan positiva, tengo tantas ganas, comenzar de nuevo ha sido lo más duro que he hecho en mi vida, pero Dios bendiga los nuevos comienzos, porque me ha salvado la vida, y solo él sabe hasta que punto...

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Duele

Todos lo advertían, otras mil películas que te lo contaban, pero cuando estás enamorado eso no importa, no lo escuchas, no le echas cuenta.
Pero llega, llega el día en el que el amor se acaba, y cuando sólo se acaba el del otro, cuando a ti te queda amor, ilusión y ganas, pero no puedes darlas, entonces duele. Duele mucho, se te quita el hambre, el sueño, la alegría. Lloras, lloras cuando estás a solas y recuerdas cómo lo quieres y cómo no puedes hacer nada.
Y luchas, por sonreír, por fingir que no pasa nada, porque la vida sigue, y si no te quiere no vale de nada lo que hagas, porque ya sabes que lo has dado todo.
Y porque aunque lo convencieras de quedarse, sabes lo que es un amor completo, y ya no te vale nada a medias, no quieres pena, ni compasión, solo que te deje volar y rehacerte.
Y aunque sepas que vas a superarlo, duele, como un puñal en el pecho que desgarra, ya no crees en el amor eterno, en nada de lo que dijo, ni en nada de lo que creías, porque cuando amas, cuando pones tu alma en algo que no siente lo mismo, entonces sólo queda el dolor y el duelo, para poder ser feliz en un tiempo ⏳

martes, 20 de marzo de 2018

Primeras experiencias

Dicen que la primera vez es la peor, quizás sea cierto, pero en el sexo no todo se empieza con una penetración, y demos gracias a ello.
Tal vez era demasiado joven, pero por las experiencias de mis amigas, creo que era más mi inocencia, y la ausencia de conocimientos previos, la que me llevó a que no creyera lo que acababa de pasar aquella noche. No era más de lo que ya había visto u oído, de hecho, era bastante menos, pero claro no es lo mismo verlo en la pantalla, que vivirlo.
La intención estaba clara, yo iba bien depilada, sin límites marcados, más haya de mantener mi dulce virginidad, pues no quería todo de golpe. El líbido, siempre alto, y las ganas de excitar, mi mayor motivación. Una camiseta grande (de AC/DC como no) unas braguitas muy sexis (las únicas que tenía) y por supuesto todo preparado.
No era el lugar más idóneo, pero un despacho vacío con un sofá era más que suficiente. Un poco de tarta (bien especiada) y un poco de cachimba remataban mis nervios, escudandome en la ilusión de estar un  poco colocada, bueno colorada más bien, pues vergüenza se quedaba corto. Y es que a los 17 se supone que ya tienes que estar preparada para todo (y más ahora, y con un chico mayor) ¿y que debía hacer? ¿Me gustaría? ¿Qué debo sentir?
Temblando entre, no había sido capaz ni siquiera de cambiarme delante suya, y como hacerlo, no era especialmente cariñosa y sólo pensar en que me tocará... ¿y si no me gustaba? ¿Y si no estaba cómoda y quería parar aquello? Claro que quería hacerlo, pero miedo, mejor dicho  terror era lo que más me inspiraba, tenía el deseo y la intención, y yo nunca he sido de echarme atrás, simplemente me dejé llevar, entre la incertidumbre y el temblor de mi cuerpo.
Sentada ya en mi casa, con mis quizás demasiados inocentes diecisiete, solo podía pensar en que me habían comido el..., que me había encantado y que había besado un..., habría hecho más pero no se pudo, y claro todo aquello en mi cabeza sin parar de dar vueltas. Me había gustado, no cabía la menor duda, había experimentado una nueva y maravillosa sensación, pero también comencé a sentir una especie de culpa y de vértigo por lo que vendría después ¿ahora ya soy más mayor? ¿Acaso soy más madura? O solo la misma pobre chica asustada a la que nadie le ha explicado que todas estas preguntas y miedos eran tan normales como la vida misma.


domingo, 18 de marzo de 2018

Madre coraje


Quizás fue la edad, el rencor o simplemente una ignorancia que junto a la inocencia me cegaron tanto, veía solo lo que quería, pero ni entendía ni analizaba, pues claro, es más difícil elegir aquello que conoces, que lo nuevo y brillante. Ilusa de mí, no diré que nunca fui feliz, pues mentiría, ni que jamás me sentí querida, pues me gusta pensar que me quisieron, tanto como yo los quería. Pero no lo vi, aquella mujer a la que chillaba, contra la que lanzaba toda mi rabia y odio, fue la misma que se quedó con cuatro criaturas, a las que día y noche tenía que cuidar. Una manutención, por supuesto; visitas, las reglamentarias. Pero quien se levantaba a media noche cuando alguno estaba enfermo, y a la mañana siguiente tenía que buscar quien no cuidara, porque no podía permitiese faltar a trabajado. Esa mujer que, aunque no le podía el pellejo nos escuchaba, nos revisaba los deberes, preguntaba la lección y se aseguraba que no nos faltará nada, aunque la menospreciáramos, le hiciéramos daño o incluso quisiéramos odiarla.
No diré que era perfecta, pues nadie puede serlo, pero sí que se esforzó y que se esfuerza, la he visto caer, llorar y chillar, pero no rendirse, porque sabe que no puede, nunca existió esa posibilidad, nos quiere demasiado. No podría decir que he sido lo que ella se merece, creo que ninguno lo hemos podido ser, pero sí que, aunque no lo diga demasiado, la quiero y estoy orgullosa de poder llamarla mamá, pues hasta en mis mayores momentos de oscuridad me ha querido, quizás no como yo quería, pero siempre ha estado ahí siempre a mi lado, y por mucho que la quisiera apartar, nunca me ha fallado.
Y es que siempre me lo dijo, “madre no hay más que una”



jueves, 18 de enero de 2018

Sueños y pesadillas....

En los sueños, aquellos más puros e inocentes, ahí es donde debimos quedarnos.
Venimos sin pedirlo, a donde nos tocó, tomamos nuestras propias decisiones, pero siempre rodeados de lo que no elegimos, ni controlamos ¿y que podremos hacer con todo eso?
Nos toca jugar a lo que no queremos, sin elegir ni las normas, ni las cartas, solo intentando no perder y esforzadonos por al menos divertirnos ¿pero si decidimos rendirnos, y si ya no queremos jugar más?
Seremos unos cobardes.
Ser valiente también cansa, y te quemas y llega el momento en el que hasta los más valientes lloran y sufren, y son los que parecen más impasibles, los que jamás soltaron una queja o una lágrima en público, los que más dolor guardan.
Pos supuesto que es más fácil seguir jugando, continuar el sendero marcado y no levantar la cabeza para preguntar el destino, pero una vez que lo cuestionas, es imposible ignorar todo lo descubierto, y es el momento de dejar aquellos sueños tan queridos, e intentar cambiar la realidad, que desgraciadamente se parece más a una pesadilla...







Invierno

Quizás no fué el invierno más frío, pero por mas que intentaba calentarme seguia notando aquella sensación helada dentro de mí, esa que te hace encogerte y te paraliza.
Pasé aquel invierno con un único pensamiento, “los echo de menos”
¿Los llamen? jamás lo hice, pero los añoraba tanto que dolía y me helaba la sangre, porque sabía que aunque no era culpa mía, no había hecho lo suficiente, mas bien nada, para evitar aquello.
Al levantarme recordaba aquellos días que venian a buscarme porque se me pegaban las sábanas, que me llamaban a gritos y abrazos, contandome todo lo que quería que hiciera con ellos, y ahora no me despierta nadie, solo se escucha un silencio, ¿para que levantarme? nadie espera nada de mí.
Aquellos desayunos, riendonos y metiendonos prisas unos a otros para comenzar la nueva aventura, cada día con un juego distinto,  ahora no quiero comer, ¿para que?, sí después no me espera nada.

Y se que no soy culpable por la ausencia, pero si por la desconexión, la falta de interés y de comunicación, pero cada vez que pienso en llamar se me encoje el alma solo de recordar que ahora no los puedo tocar, no puedo cogerlos, abrazarlos ni besarles, y todo porque no puede más, ¿compensa? Quién sabe, el tiempo lo dirá, ahora solo queda sobrevivir a este frío sin su calor, a este largo invierno en el que siento que vivo desde que no los veo...