martes, 20 de marzo de 2018

Primeras experiencias

Dicen que la primera vez es la peor, quizás sea cierto, pero en el sexo no todo se empieza con una penetración, y demos gracias a ello.
Tal vez era demasiado joven, pero por las experiencias de mis amigas, creo que era más mi inocencia, y la ausencia de conocimientos previos, la que me llevó a que no creyera lo que acababa de pasar aquella noche. No era más de lo que ya había visto u oído, de hecho, era bastante menos, pero claro no es lo mismo verlo en la pantalla, que vivirlo.
La intención estaba clara, yo iba bien depilada, sin límites marcados, más haya de mantener mi dulce virginidad, pues no quería todo de golpe. El líbido, siempre alto, y las ganas de excitar, mi mayor motivación. Una camiseta grande (de AC/DC como no) unas braguitas muy sexis (las únicas que tenía) y por supuesto todo preparado.
No era el lugar más idóneo, pero un despacho vacío con un sofá era más que suficiente. Un poco de tarta (bien especiada) y un poco de cachimba remataban mis nervios, escudandome en la ilusión de estar un  poco colocada, bueno colorada más bien, pues vergüenza se quedaba corto. Y es que a los 17 se supone que ya tienes que estar preparada para todo (y más ahora, y con un chico mayor) ¿y que debía hacer? ¿Me gustaría? ¿Qué debo sentir?
Temblando entre, no había sido capaz ni siquiera de cambiarme delante suya, y como hacerlo, no era especialmente cariñosa y sólo pensar en que me tocará... ¿y si no me gustaba? ¿Y si no estaba cómoda y quería parar aquello? Claro que quería hacerlo, pero miedo, mejor dicho  terror era lo que más me inspiraba, tenía el deseo y la intención, y yo nunca he sido de echarme atrás, simplemente me dejé llevar, entre la incertidumbre y el temblor de mi cuerpo.
Sentada ya en mi casa, con mis quizás demasiados inocentes diecisiete, solo podía pensar en que me habían comido el..., que me había encantado y que había besado un..., habría hecho más pero no se pudo, y claro todo aquello en mi cabeza sin parar de dar vueltas. Me había gustado, no cabía la menor duda, había experimentado una nueva y maravillosa sensación, pero también comencé a sentir una especie de culpa y de vértigo por lo que vendría después ¿ahora ya soy más mayor? ¿Acaso soy más madura? O solo la misma pobre chica asustada a la que nadie le ha explicado que todas estas preguntas y miedos eran tan normales como la vida misma.


domingo, 18 de marzo de 2018

Madre coraje


Quizás fue la edad, el rencor o simplemente una ignorancia que junto a la inocencia me cegaron tanto, veía solo lo que quería, pero ni entendía ni analizaba, pues claro, es más difícil elegir aquello que conoces, que lo nuevo y brillante. Ilusa de mí, no diré que nunca fui feliz, pues mentiría, ni que jamás me sentí querida, pues me gusta pensar que me quisieron, tanto como yo los quería. Pero no lo vi, aquella mujer a la que chillaba, contra la que lanzaba toda mi rabia y odio, fue la misma que se quedó con cuatro criaturas, a las que día y noche tenía que cuidar. Una manutención, por supuesto; visitas, las reglamentarias. Pero quien se levantaba a media noche cuando alguno estaba enfermo, y a la mañana siguiente tenía que buscar quien no cuidara, porque no podía permitiese faltar a trabajado. Esa mujer que, aunque no le podía el pellejo nos escuchaba, nos revisaba los deberes, preguntaba la lección y se aseguraba que no nos faltará nada, aunque la menospreciáramos, le hiciéramos daño o incluso quisiéramos odiarla.
No diré que era perfecta, pues nadie puede serlo, pero sí que se esforzó y que se esfuerza, la he visto caer, llorar y chillar, pero no rendirse, porque sabe que no puede, nunca existió esa posibilidad, nos quiere demasiado. No podría decir que he sido lo que ella se merece, creo que ninguno lo hemos podido ser, pero sí que, aunque no lo diga demasiado, la quiero y estoy orgullosa de poder llamarla mamá, pues hasta en mis mayores momentos de oscuridad me ha querido, quizás no como yo quería, pero siempre ha estado ahí siempre a mi lado, y por mucho que la quisiera apartar, nunca me ha fallado.
Y es que siempre me lo dijo, “madre no hay más que una”