Quizás no fué el invierno más frío, pero por mas que intentaba calentarme seguia notando aquella sensación helada dentro de mí, esa que te hace encogerte y te paraliza.
Pasé aquel invierno con un único pensamiento, “los echo de menos”
¿Los llamen? jamás lo hice, pero los añoraba tanto que dolía y me helaba la sangre, porque sabía que aunque no era culpa mía, no había hecho lo suficiente, mas bien nada, para evitar aquello.
Al levantarme recordaba aquellos días que venian a buscarme porque se me pegaban las sábanas, que me llamaban a gritos y abrazos, contandome todo lo que quería que hiciera con ellos, y ahora no me despierta nadie, solo se escucha un silencio, ¿para que levantarme? nadie espera nada de mí.
Aquellos desayunos, riendonos y metiendonos prisas unos a otros para comenzar la nueva aventura, cada día con un juego distinto, ahora no quiero comer, ¿para que?, sí después no me espera nada.
Y se que no soy culpable por la ausencia, pero si por la desconexión, la falta de interés y de comunicación, pero cada vez que pienso en llamar se me encoje el alma solo de recordar que ahora no los puedo tocar, no puedo cogerlos, abrazarlos ni besarles, y todo porque no puede más, ¿compensa? Quién sabe, el tiempo lo dirá, ahora solo queda sobrevivir a este frío sin su calor, a este largo invierno en el que siento que vivo desde que no los veo...
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